El proceso mediante el cual los gatos preparan su organismo para afrontar una caída es apasionante y debe ser, muy probablemente, una de las fuentes de la creencia popular de que los gatos caen de pie. Sin embargo, no siempre es así.
En el gráfico podemos ver cómo, durante la caída, los gatos se enderezan con una precisión excepcional. Primero el felino rota la cabeza siguiendo las indicaciones recibidas desde la vista y el oído; luego rota la columna y, finalmente, ajusta sus patas traseras a la posición del cuerpo.
A continuación, el gato arquea su espalda, lo que reduce la fuerza del impacto como si fuera un paracaídas.
También podrás ver en el muro un vido de un gato en caída libre.
Cabe remarcar que, aunque pueda parecer obvio, este increíble proceso se desencadena únicamente en el estado de vigilia del gato, ya que si está dormido, sus sentidos felinos no podrán ayudarle a preparar la posición de caída. Vemos cómo, paradójicamente, en caídas de gran altura (más allá del 7º piso), los gatos tienen más posibilidades de ajustar su posición de caída. No obstante, en este tipo de ‘caída libre’ muchas veces debemos lamentar fracturas y lesiones internas graves, fruto de la intensidad del golpe. Sin embargo, cuando el gato cae desde alturas pequeñas (menos de 1,5 m), apenas dispone de tiempo para darse la vuelta y preparar la caída, por lo que muchas veces cae de costado, sin ningún tipo de amortiguación.
Por todo esto, y a pesar del increíble equilibrio y flexibilidad de nuestros gatos en casa, es importante que vigilemos las ventanas abiertas, o mejor aún, pongamos en ellas barreras para evitar que la costumbre heredada de sus ancestros felinos cazadores provoque caídas que, casi siempre, pueden ocasionar a nuestro gato lesiones de diversa gravedad, y cuanto menos, molestias para ellos, y un buen susto para nosotros.